CRÓNICA
 

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8 de diciembre de 2019 - Corina Giacomello es profesora investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Chiapas y colabora con Equis Justicia para las Mujeres, A.C. También se desempeña como consultora para instituciones, organismos multilaterales y organizaciones de la sociedad civil. Ha publicado extensivamente en México y en el extranjero y entre sus más recientes artículos se encuentra el siguiente, publicado por Animal Político hace unos días.

«Pues yo soy una persona que ha recaído varias veces, he estado en diferentes centros de rehabilitación, he estado en diferentes situaciones de calle […] A mí me gustaría más que nada ayudar, ser parte de la ayuda a una persona porque a veces somos muy juzgadas como adictas o como personas consumidoras y yo sé que tal vez no son justificaciones las que tenemos, pero para todo hay una razón».

Así empieza su entrevista Tamara, una joven de 23 años internada en un centro de tratamiento residencial privado en Baja California. Su testimonio forma parte de las más de 40 voces recopiladas para una investigación de EQUIS Justicia para las Mujeres enfocada en adolescentes y mujeres usuarias de drogas que se encuentran en centros de tratamiento o en la cárcel.

A través de dicha investigación buscamos conocer las condiciones de internamiento de las personas usuarias de drogas1. Por otro lado, nos interesa de manera particular conocer, desde las narrativas de las propias mujeres, cuál ha sido su relación con las drogas, qué sustancias han consumido y cómo hablan de las drogas en relación con su historia de vida.

Al igual que lo que se registra a nivel regional e internacional, en México las mujeres consumen significativamente menos que los hombres y tienen menos niveles de dependencia a cualquier droga2 . Asimismo, enfrentan mayores barreras sociales, estructurales y culturales para acceder a tratamiento, así como mayor estigma.

Tal como lo señala Lesly, internada en un centro de tratamiento público en Chiapas: «un hombre que usa drogas es sólo un usuario. Una mujer que usa drogas es usuaria y puta». Por lo tanto, a la marginación, estigmatización y criminalización a las que están expuestas todas las personas que usan drogas, se suma, en el caso de las mujeres, la condena moral por haber transgredido los axiomas de género que enmarcan las concepciones en torno a la “buena mujer”.

Historias de vida atravesadas por la violencia

Las mujeres entrevistadas han sido, en su gran mayoría, víctimas de abuso sexual en múltiples ocasiones. La violencia contra la niñez aunada a la violencia de género contra las mujeres y las niñas se manifiesta en la casa y en la comunidad y es ejercida por los abuelos, los primos, los tíos, en fin, familiares cercanos de los que nadie sospecha.

La misma Tamara, a quien citamos al inicio de este artículo, fue abusada durante años por sus primos, cada domingo, después de misa.

La violación por parte de un familiar conlleva que las y los niños no hablen de lo que pasa o que, si lo hacen, no les crean. Es el caso de Diana, también internada en un centro de tratamiento en la frontera norte, quien a los dieciséis años fue violada por el abuelo materno. Cuando se lo contó a su mamá, ella no le creyó. Diana terminó privada de la libertad en una cárcel para menores de Estados Unidos por dos años por haber acuchillado al abuelo hasta matarlo.

En las historias recopiladas en centros penitenciarios y de tratamiento, se asoman simetrías: la violencia sexual; el involucramiento en el uso de drogas en la familia o con la pareja y, entre las más jóvenes, con los amigos; el alcohol como principal droga de inicio y el comienzo del uso de sustancias, así como el desarrollo de la dependencia, desde la adolescencia. En sus narraciones, las drogas aparecen como un elemento de apoyo con distintos fines: para olvidar el maltrato, para hacer frente a la violencia, para sentir placer.

Bruno, un adolescente a quien entrevistamos en Chiapas para acercarnos a las experiencias de los jóvenes y adolescentes hombres, era víctima de maltrato de parte de su abuelo desde la niñez. Fumaba cristal y cuando estaba bajo el efecto de la droga imaginaba con dar paseos con su abuelo, jugar con él, tener la infancia con la que sólo podía soñar. Cuando lo entrevistamos faltaban dos días para su salida. A la pregunta «¿Qué sientes cuando piensas en tu salida?», contestó: «Miedo de volver a vivir lo mismo». Esa respuesta fue compartida por los otros tres chicos que entrevistamos junto con Bruno.

Las drogas son parte de una búsqueda de soluciones y de tratar de enfrentar la situación, y no, como se suele representar a las personas con dependencia de sustancias, una manera de renunciar o de abdicar a situaciones sumamente difíciles y dolorosas. De hecho, al principio de las narrativas de las mujeres, las drogas no son importantes per se, más bien fungen como un pivote para hacer frente a lo demás. En algún momento la relación cambia y todo empieza a girar alrededor de las sustancias. En ese momento de alta vulnerabilidad y de exclusión acumulada aparecen los centros de tratamiento.

La enorme problemática de los centros de tratamiento en México

México no tiene una oferta suficiente de centros públicos de tratamiento. La mayoría de los centros ambulatorios y residenciales son privados, de corte religioso, y basados en el esquema de ayuda mutua. Todas las personas entrevistadas que han estado en centros de tratamiento privados reportan haber atestiguado o sufrido maltratos físicos, verbales, psicológicos e incluso sexuales.

Es el caso de Yolanda, cuyo primer embarazo fue fruto de una violación por parte de un operador de un centro de tratamiento. En varios casos, las mujeres fueron levantadas por camionetas y llevadas a los centros a la fuerza: básicamente un secuestro operado por la llamada “Patrulla Celestial”.

Además de la dudosa legitimidad y legalidad de la mayoría de los centros privados –a menudo verdaderas cárceles ilegales donde las personas internadas viven recluidas indeterminadamente– las mujeres usuarias sufren ulteriores estigmas. Por ejemplo, encontramos que en algunos centros mixtos los códigos de vestimenta son más estrictos para las mujeres que para los hombres. En el caso de una chica que un día usó mallas, le hicieron un reporte y le reprocharon: «Estás buscando que te violen». La joven había sido víctima de violación desde los tres años. En otro centro nos comentaron que los hombres pueden salir a la calle a hacer servicios o tareas para conseguir bienes en especie o en dinero para el centro. Las mujeres, en cambio, nunca pueden salir.

Estos son solamente algunos de los temas desarrollados en las entrevistas. Los hallazgos y las propuestas derivados de los casos recopilados formarán parte de un documento que EQUIS presentará a principios del año siguiente y se adelantarán en este espacio a lo largo de los próximos meses.

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1 De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017 (ENCODAT) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la principal droga de uso y de dependencia, en México, es el alcohol. Las drogas ilegales tienen consumos bajos, aunque en aumento.

2 Cabe señalar que el consumo está aumentando más rápidamente, sobre todo entre las adolescentes.

(corina giacomello / animalpolitico.com / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al italiano de massimo barzizza)

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