Los Bronces de Riace: el misterioso hallazgo y los detalles históricos. De Claudio Bosio.

 

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3 de mayo de 2016 - Riace es un municipio pequeño (alrededor de 2,100 habitantes), en la provincia de Reggio Calabria.

Es un poblado antiguo, cuya historia, como la de muchas otras pequeñas aldeas del sur de Italia, se pierde en la noche de los siglos. Una indicación, muy útil en este sentido, puede ser obtenida precisamente de su nombre, seguramente originado en el Oriente Medio y que se remonta al lejano tercer milenio antes de Cristo.

El término Riace, de hecho, es formado por la combinación de la raíz amhárica ruha (aliento, viento), seguido de un sufijo que indica la ubicación (-ake, -adi): "Ruha-ake”, el lugar del viento.

Este pequeño centro urbano fue prácticamente desconocido hasta 1972, cuando, de repente, se convirtió en una pieza relevante de la crónica internacional por el descubrimiento, frente a su costa perteneciente al mar Jónico, de dos estatuas de bronce de origen griego, hoy conocidas como los Bronces de Riace.

Los Bronces están expuestos, desde el 2013,
en el Museo Nacional de la Magna Grecia de Reggio Calabria.

Los detalles de este descubrimiento aún no han sido esclarecidos por completo. Parecen estar presentes todos los ingredientes de un verdadero “misterio arqueológico”.

En primer lugar, no se encontró ninguna reliquia de la misma época en las cercanías del sitio del descubrimiento. Ningún rastro, tampoco, del naufragio del barco que transportaba el valioso cargamento. Las estatuas (de 198 cm de altura y un peso de 400 kg cada una) yacían desde hace siglos a sólo 200 metros de la orilla y 8 metros de profundidad: ¿podrá ser posible que hasta agosto de 1972 ninguno de los muchos buceadores que se sumergieron en estas aguas transparentes y ciertamente no profundas, no se hayan percatado de nada?

Tal vez las estatuas fueron arrojadas al mar por alguna antigua tripulación para salvarse de una tormenta cerca de la costa. Sin embargo, si el barco se salvó, ¿Por qué no fueron posteriormente recuperadas las efigies que llevaba a bordo?

Incluso se llegó a especular que se tratase de un episodio de la mafia.

Las estatuas podrían haber sido deliberadamente hundidas por delincuentes (no identificados) en un depósito submarino seguro y secreto del cual habría sido posible, más tarde, recuperar las mercancías ocultas.

También el rumbo del barco sigue siendo un misterio.

¿De dónde venía? ¿De un puerto de la antigua Grecia (Taranto, Siracusa, Crotona...) o de la madre patria (Atenas, Corinto ...)?

Hay que señalar, además, que la recuperación de los dos bronces se llevó a cabo sin cuidado y con medios inadecuados. Por ejemplo, parece haber sido “olvidada” en la playa una gran pieza de cerámica que debería haber sido colocada entre el antebrazo derecho y el pecho del bronce A (el joven) para evitar que el mismo brazo pudiese resultar dañado durante el transporte. Otra maniobra fallida: el bronce B (el viejo), en la fase de recuperación, volvió a caer al mar, afortunadamente sin consecuencias relevantes.

Sin embargo, quedaban preguntas pendientes: ¿A quiénes representaban los dos bronces? ¿Dos atletas? ¿Dos guerreros? ¿O dos héroes? ¿Quién fue su autor? ¿A qué época pertenecen las estatuas?

El primer paso de los expertos fue la identificación de los artistas.

Como era de esperarse, las estatuas estaban llenas de tierra, denominada tierra de fusión, que, impregnada con sal desde hace siglos, se estaba... comiendo los dos bronces desde adentro. Los análisis realizados en los residuos orgánicos de esta tierra (extraídos de unos orificios en los pies) pusieron en evidencia un evento inesperado.

La tierra del Bronce A provenía de la zona donde se encontraba la ciudad de Argos, mientras que la del bronce B era originaria de Atenas hace 2.500 años. Según estos análisis, desde un punto de vista temporal, las estatuas eran más o menos del mismo período.

Pero evidenciaron dos diferentes lugares de origen y, por tanto, dos autores distintos. Los expertos plantearon la hipótesis de que el bronce A haya sido obra de Agéladas, un escultor de Argo activo entre el 520 y el 450 antes de Cristo, maestro de Mirón, Fidias y Policleto. En cuanto al Bronce B, los resultados de los análisis hicieron suponer que fue creado por Alcámenes el Viejo, activo en la segunda mitad del siglo V antes de Cristo, originario de Lemnos y honrado con la ciudadanía ateniense por sus habilidades artísticas.

El estudio del estilo escultórico y el método de datación con carbono 14 aplicado a la tierra de fusión han confirmado que las dos estatuas datan del siglo V antes de Cristo, con una distancia entre una y otra de aproximadamente treinta años en lo que se refiere a la fecha de su creación.

Pero ¿Quiénes eran esos dos? Desde luego, debían tener un nombre, porque los griegos no esculpían estatuas anónimas.

Se supuso que eran atletas corredores listos para la batalla pertenecientes al grupo de los llamados oplitódromos. Pero puede ser que, en cambio, representaran, respectivamente, a un héroe mitológico o a un rey, quizá Agamenón, Áyax el Grande (estatua del “joven”) y un comandante (estatua del “viejo”) tal vez Milcíades o un héroe epónimo del Ática. Ambas identificaciones parecen plausibles.

Es evidente, además, otra de las características de los dos “bronces”: están completamente desnudos. Suponiendo que se trate de guerreros, ¿por qué no llevan puesta una armadura?

La respuesta a esta pregunta es simple. Para los antiguos griegos la desnudez y la belleza iban de la mano: los dioses, por ejemplo, eran representados desnudos. Nunca se representaba a gente común, sino exclusivamente a héroes y atletas virtuosos, los únicos mortales que podían ser celebrados, ya que habían sido ennoblecidos por sus logros excepcionales. La exhibición de los genitales masculinos constituía para los griegos una manifestación de noble virilidad, siempre y cuando el miembro fuese pequeño.

Los bronces, además, cuentan con una increíble riqueza de detalles (venas bajo la piel, pestañas...). ¡Y estas esculturas fueron creadas 2000 años antes del Renacimiento!

También es sorprendente que en esa época, en Grecia, había cientos de miles de estas esculturas de bronce. Eran encargadas por las poleis (poleis = ciudad-estado) cada vez que había algo importante que celebrar.

Requerían de mucho trabajo y llegaban a emplear a todos los miembros de algunos talleres de artesanos, incluso durante años, ya que era muy costoso producirlas y darles mantenimiento. No eran como las vemos hoy en día, es decir, de tonos grises y verdes debido a la oxidación. Eran coloreadas y pulidas con regularidad.

La limpieza meticulosa, realizada por el Centro de Restauración de la Superintendencia Arqueológica de Florencia, puso en evidencia algunos detalles para los cuales se utilizaron materiales diferentes del bronce: plata para los dientes y las pestañas, marfil y piedra caliza para los ojos, cobre para los labios y las areolas de los pezones de ambas estatuas.

Los Bronces de Riace: detalles de los ojos, de los dientes y de los labios.

Incluso sin conocer a ciencia cierta su historia, los bronces de Riace son un precioso patrimonio para toda la humanidad. Constituyen, sin duda, legados casi únicos de una civilización muy prolífica en tanto el arte como en la ciencia y en la filosofía.

Desafortunadamente, de las numerosas estatuas de bronce de la época griega, sólo muy pocos ejemplares han llegado hasta nosotros. Son contadas las que lograron escapar a la furia de los siglos siguientes. El bronce de innumerables y valiosísimas estatuas fue fundido para producir cañones y armas en general.

La solemne y orgullosa declaración de Horacio Exegi monumentum ære perennius … quod non imber edax, non Aquilo impotens possit diruere aut innumerabilis annorum series et fuga temporum. (He erigido un monumento más duradero que el bronce, que no podrá ser destruido ni por la lluvia que desgasta, ni por el viento desenfrenado, ni por el interminable pasar de los años y la huida del tiempo) resultó ser errónea. Y por mucho: ni siquiera el bronce puede resistir, en el tiempo, la estúpida e insensata barbarie de los seres humanos.

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(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)