2
de enero
de 2014 -
Concebido en 1904 como lo que sería el
suntuoso Teatro Nacional, el Palacio de
Bellas Artes concluyó su construcción en
1934, por lo que en 2014 celebrará sus 80
años como el recinto más importante de la
expresión cultural en México.
Su
construcción, a cargo del arquitecto Adamo
Boari, estuvo llena de cambios, tanto en su
estructura como en su forma, ya que al
inicio Boari tenía la intención de que el
nuevo Teatro Nacional fuera el primero de
grandes dimensiones que se edificaría en el
mundo.
El
edificio tendría un esqueleto metálico, cosa
que por aquellas épocas solo existía en
Estados Unidos pero no de tales dimensiones
ni en un perímetro aislado, y en el interior
se optaría por ornamentación orgánica con
hierro y cerámicas decorativas.
LOS ITALIANOS EN BELLAS ARTES
30 DE OCTUBRE DE 2013
LAS FOTOS DE
FLAVIO BIZZARRI
(haz clic en la imagen para abrir la
colección)
En ocasión del
bicentenario del nacimiento de Giuseppe
Verdi y de la llegada a México del Embajador
Alessandro Busacca, el pasado 30 de octubre
de 2013, el Instituto Italiano de Cultura —bajo
la dirección de la Dra. Melita Palestini—
organizó en el Palacio de Bellas Artes un
concierto de la soprano Maria Letizia
Grosselli y del pianista Eddi de Nadai
durante el cual fue presentada una
exposición de algunas de las partituras
manuscritas originales
del compositor de Busseto.
El conocido fotógrafo
italiano Flavio Bizzarri realizó esa noche
una serie de tomas, que luego fueron
montadas en una colección de imágenes, que
—con su autorización— presentamos en este
artículo..
Durante las tres décadas que duró su
edificación, el Palacio de Bellas Artes
atravesó por diferentes peripecias que
coinciden en la historia con una
transformación radical en la sociedad.
Estos cambios influyeron en gran medida en
su construcción, dividida en tres épocas, la
primera de ellas abarca desde el momento de
su concepción y la planeación del proyecto,
hasta que fue interrumpida la construcción
en 1913, tres años después de iniciada la
Revolución Mexicana.
Al
momento en que la construcción fue detenida,
el edificio ya había sobrevivido un
hundimiento causado por un error al calcular
el coeficiente de resistencia del suelo, el
cual fue resuelto inyectando al terreno 950
toneladas de una mezcla de cemento y lechada
de cal grasa.
En
esa época el palacio ya destacaba por su
cúpula, aún no revestida, su pórtico,
dividido por dos columnas, las cuales
permitían descender de los carruajes a
cubierto, y por sus esculturas de mármol
realizadas por el maestro italiano Leonardo
Bistolfi.
A Bistolfi se le debe el
alto relieve de la fachada principal, que
representa “La armonía”, sí como las dos
esculturas que se encuentran en la parte más
alta del arco central, denominadas “La
inspiración” y “La música”.
El conjunto
escultórico del italiano Leonardo Bistolfi
(1859-1933) con una figura central femenina
que representa La Armonía, rodeada de los
estados del alma musical: dolor, ira,
alegría, paz y amor. A este conjunto lo
enmarca una archivolta de querubines y
finaliza con las esculturas de La música
(izq.) y La inspiración (der.), también de
Bistolfi.
Respecto a la sala de espectáculos, los
únicos motivos de decoración eran hasta
entonces un plafón de cristal policromado,
el cual representa al Olimpo con Apolo y las
musas, y un mosaico dedicado al arte teatral
a través de las edades, ambas piezas
realizadas en Budapest por el decorador Géza
Maroti.
La
segunda etapa de construcción transcurrió de
1913 a 1934, cuando el régimen
revolucionario se encontró frente a un
ostentoso edificio a medio alzar en el
corazón de la capital, producto del régimen
porfirista.
No
obstante, en 1919, por orden de quien
entonces era el presidente de la República,
Venustiano Carranza, se reanudaron los
trabajos bajo la dirección del arquitecto
Antonio Muñoz G., con el solo objetivo de
poner en uso la sala de espectáculos al año
siguiente.
El Teatro
Nacional. Persectiva de Adamo Boari. 1903.
Durante esta segunda etapa los trabajos de
construcción se desarrollaron con gran
lentitud debido a la falta de materiales y
personal, hasta que en 1920, a la muerte del
presidente Carranza, quedaron nuevamente
interrumpidos.
En
1928, por iniciativa de Eduardo Hay,
entonces subsecretario de Obras Públicas, se
abrió una suscripción pública para dar fin a
las obras del Teatro Nacional sobre la base
de abandonar todo propósito de lujo.
El
fin de este comité, era manejar los fondos
destinados para la edificación y concluir la
obra, cuya dirección inmediata se concedió
al ingeniero Luis Álvarez Varela, quien fue
sustituido en 1930 por el también ingeniero
Federico Mariscal.
El
nuevo responsable diseñó un proyecto que
consistió en considerar el edificio dividido
en dos partes, una que ocuparía el Teatro
Nacional y otra que sería transformada en un
espacio para exposiciones, rompiendo así con
la idea inicial de Boari.
Pero
en 1931, cuando se iban a reanudar los
trabajos de construcción, fue declarado
nuevamente en receso debido a que en el
presupuesto no se había podido incluir el
millón de pesos más que se necesitaba, de
acuerdo con los proyectado por el ingeniero
Mariscal.
Un
año después, en mayo, el que en aquel
entonces era el secretario de Hacienda y
Crédito Público, Alberto J. Pani, visitó las
obras del Teatro Nacional con el fin de
examinar el proyecto de Mariscal y analizar
la posibilidad de la reanudación de los
trabajos, bajo el punto de vista de la
problemática técnica y del aspecto social y
de utilidad pública de la obra.
El
secretario de Hacienda pensó en crear en ese
sitio la sede de una institución que se
dedicara a fomentar y difundir el arte con
la intención de perfeccionarlo y valorarlo
económicamente como producto del esfuerzo
humano.
Así
fue como se abandonó el proyecto inicial
creado por Boari, para adaptar el edificio a
las necesidades de la institución que el
ingeniero Pani imaginaba.
Se
estableció como bases generales para
reanudar la obra que se diera cabida en ella
a un museo de artes plásticas, a otro de
artes populares y a uno más de libros y
biblioteca, así como que se aumentara la
capacidad de los servicios del restaurante.
Las
obras terminales iniciaron en julio de 1932,
bajo la dirección inmediata del arquitecto
Mariscal y la superior del ingeniero Pani, y
concluyeron dos años después, el 10 de marzo
de 1934, dando como resultado un centro que
da cabida a las distintas manifestaciones
artísticas.
El
29 de septiembre de 1934, en una ceremonia
oficial encabezada por el entonces
presidente Abelardo Rodríguez, fue declarado
inaugurado el Palacio de Bellas Artes,
Institución de Cultura Nacional.
Durante estos 80 años de gestión, el palacio
ha recibido grandes artistas, nacionales e
internacionales, de la talla de María
Callas, María Tereza Montoya, Zubin Mehta,
Luciano Pavarotti, Placido Domingo, Mstislav
Rostropóvich y Rudolf Nureyev, entre otros.
También ha recibido a grandes orquestas como
las filarmónicas de Nueva York, Viena, Los
Ángeles, Londres, Moscú, la de Filadelfia,
la de Dresde, la sinfónica de Montreal y,
por supuesto, la Orquesta Sinfónica
Nacional.
Además la Compañía Nacional de Danza y la
Compañía Nacional de Ópera, presentan sus
temporadas cada año en este recinto.
En
su interior se pueden apreciar las obras de
grandes muralistas mexicanos, como David
Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José
Clemente Orozco, Juan O´Gorman y Rufino
Tamayo, entre otros artistas.
En
cuanto a la estructura, en 2007 el Palacio
de Bellas artes inició un periodo de
remodelación que duro tres años, con un
costo de 637 millones de pesos.
Actualmente el Palacio de Bellas Artes es
considerado el Teatro Lírico más relevante
de la República Mexicana y el centro de las
Bellas Artes en México, de todas sus
expresiones y estilos, declarado Monumento
Artístico en 1987 por la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura.
(notimex / puntodincontro.mx / adaptación
y traducción al italiano
de massimo
barzizza)
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