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2 de noviembre de 2014 - Al escuchar la palabra “California”, hay quienes piensan en el puente Golden Gate de San Francisco, en las playas de Malibú y en los estudios de cine de Hollywood.

Pero, sólo un poco más abajo, existe otra California, que a mediados del siglo XIX fue capaz de resistir al avance de las tropas de Estados Unidos y logró mantener su integridad e independencia.

Estamos hablando de la Baja California, la California mexicana: la península más larga del mundo, casi dos mil kilómetros clavados en el corazón del Océano Pacífico.

En su libro “Las ballenas lo saben” —publicado en 2009— Pino Cacucci la atraviesa y nos la describe de sur a norte, desde La Paz hasta la frontera en Tijuana. A lo largo de la Carretera Federal I, también conocida como Transpeninsular, el escritor italiano recoge historias de piratas y tesoros enterrados, de jesuitas y misiones abandonadas, de indios y viajeros perdidos.

Tras las huellas de Steinbeck, quien viajó aquí en 1940, vuelve a descubrir leyendas de reinas y perlas gigantes. Y, por supuesto, se sumerge en la maravillosa naturaleza de esta región, en las vastas extensiones de cactus, en el paisaje lunar de las minas de sal, en las montañas con forma de mujer y en las encantadoras bahías, donde las ballenas se acercan felices para jugar con las lanchas de los pescadores.

México fue el primer país, hace más de sesenta años, en crear reservas protegidas para estos animales tan misteriosamente inteligentes, y ellas saben —sin duda lo entendieron— que no todos los hombres son asesinos, y que por estos rumbos vive una humanidad más auténtica, una humanidad más amigable.

En las tomas que reproducimos a continuación, Michael Fishbach y Gershwin Colomb, dos miembros de la Asociación Great Whale Conservancy, se acercan en 2011 a una ballena que flota inmóvil en las aguas del Mar de Cortés, la franja oceánica que separa Baja California del México continental.

El grupo estaba convencido de que el cetáceo había muerto, pero resultó que sólo estaba atrapado en una red de pesca. Después de horas cortando los cables que aprisionaban sus aletas, la ballena fue puesta en libertad y, en lugar de huir, se quedó cerca de la embarcación para ofrecer a sus rescatistas un espectáculo de agradecimiento con clavados. El vídeo, a pesar de haber sido publicado hace más de tres años, volvió a la popularidad el verano pasado.

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(massimo barzizza / puntodincontro.mx)